Esta es la crónica personal del peregrinaje hacia Santiago por tierras asturianas. No aspira a ser una guía a seguir ni aportar datos precisos que bien pueden encontrarse en páginas como Gronze o Eroski Camino de Santiago. Simplemente pretendo compartir los paisajes, las personas y los lugares que vi y conocí. Ultreia.

Para mí el Camino de Santiago no es sólo un peregrinaje religioso. No es hacer turismo convencional. No es recorrer una travesía senderista. Ni caminar entre pueblo y pueblo para disfrutar de la gastronomía. Para mí es un viaje al interior de mi mismo y la suma de todo lo anteriormente mencionado.

Caminos a Santiago de Compostela hay muchos. Se puede salir desde el clásico Camino Francés en Roncesvalles, de la Ruta de la Plata en Sevilla o desde el Camino del Sureste en Alicante. También se puede hacer desde dentro de Galicia: de Sarria a Santiago hay algo más de los 100 km que dan derecho a recibir el diploma de la Compostela en la Oficina del Peregrino. Lo que ha motivado que este trayecto se haya convertido en una auténtica romería donde hay pocos peregrinos y muchos turistas.

Esta es la crónica de mi Camino, del que he realizado a mediados de este mes de octubre por tierras asturianas, el denominado Camino Primitivo que transcurre desde Grado a Grandas de Salime: algo más de 100 km en cinco días. Mi Camino ni siquiera llega a Santiago de Compostela. Lo planteé con el objetivo de hacer el que algunos consideran como el tramo más duro y bello de los miles de kilómetros de Caminos que hay en España. Sin duda lo es. La meta era lo de menos, fluir por el Camino era el objetivo. Sin duda lo conseguí. Este es el relato de mi Camino:

DÍA 1: DE GRADO A CORNELLANA- 11 KM

Tras diversas conexiones de transporte y nueve horas de viaje de Málaga a Oviedo, salgo del autobús en el pueblo asturiano de Grado a las 15.00 horas de la tarde. Tengo por delante 11 kilómetros de Camino hasta Cornellana, donde he reservado en el albergue municipal que se encuentra en el monasterio de San Salvador de Cornellana. Tras ponerme la mochila, el contacto con el carácter del Camino Primitivo es inmediato: afronto una primera cuesta que me deja sin resuello y con la que gano altura sobre el pueblo mientras me alejo de Grado por un camino rodeado de diseminados con frutales y vacas.

Nada más empezar el Camino afrontó una dura subida que me hace ganar altura con rapidez.

El primer hito del Camino es el Alto del Fresno. Tengo que subir más de trescientos metros de desnivel en cinco kilómetros. Debe ser el entusiasmo del primer día y las ganas de comer kilómetros pero en apenas una hora me planto en el punto más alto del Fresno. Las señales de monolitos con concha y flechas amarillas son las justas pero suficientes para no perderse en el Camino (en el Primitivo esta será la norma: las flechas y marcas justas para seguir el camino en los cruces, no como en el Francés que abundan más que los árboles).

La subida no perdona y tomo un rspsiro para hacer una foto atrás y ver ya Grado muy lejos allá abajo.
Ermita del Fresno enfrente. A la izquierda de la foto arranca el camino que me llevará en descenso hacia la aldea de San Marcelo.

Inicio un descenso moderado por una pista pedregosa que pronto me da vistas al valle del Narcea. Entro en la aldea de San Marcelo, donde hay una fuente de agua fresca a pie de camino. Cuando estoy justo bebiendo veo que se me acerca una señora con tres perros sueltos. Uno de ellos, de mediano tamaño, no para de ladrar y gruñirme. “Ten cuidado que muerde”, me advierte, flemática, la lugareña. Miro con cara de incredulidad a la señora mientras volteo el bastón para alejar al perro. No tengo más remedio que salir a paso vivo del pueblo mientras el perro me ronda las piernas. Justo en ese momento llega un bicigrino y el perro centra en él su atención, con lo cual aprovecho y me alejo de la aldea.

Bajando hacía el fondo del valle del Narcea. Se puede observar abajo la aldea de San Marcelo.
Entrando a la aldea de San Marcelo, donde tuve un mal encuentro con un perro. Pase durante los cinco días de Camino por numerosas aldeas asturianas tan o más bonitas que esta.

Entre San Marcelo y el siguiente pueblo, La Doriga, hay un kilómetro y medio que transcurre en gran parte por una senda preciosa que recorre un bosque musgoso. Cuando entro en La Doriga encuentro a una señora que está piropeando a una oca que no para de aletear y pavonearse con grandes graznidos de satisfacción. Hasta que me ve. Entonces la oca salta del muro en el que está y corre hacia mí amenazadora con grandes graznidos de disgusto. La señora comenta divertida, “no vayas a atacar a ese pobre peregrino”. Así que, vergonzosamente, tengo que salir del pueblo a paso ligero perseguido por una ridícula oca vanidosa.

Bonita panorámica de La Doriga donde una oca me hizo acelerar el paso.
Precioso puente que me sumerge en un bosque de cuento.
El tramo boscoso entre San Marcelo y La Doriga es muy bello.
Bonita panorámica de La Doriga donde una oca me hizo acelerar el paso.

Tras un ligero ascenso por un carril inicio el descenso al fondo del valle del Narcea por otro increíble sendero que se sumerge en otro bosque asturiano. La bajada es algo vertiginosa, con lluvia debe ser matadora ya que hay mucha piedra pulida. Al final se sale a la carretera que conduce a Cornellana junto a una explotación ganadera con caballos y vacas. Las flechas me hacen cruzar la carretera y afronto por un amplio arcén herboroso el último kilómetro de camino antes de cruzar el río Narcea por un puente.

Senda que desciendo desde La Doriga hacia el fondo del valle del Narceo. Muy bonito.
En Camino transita durante unos 20 minutos paralelo a la carretera Nacional que lleva a Cornellana.
Puente que cruza el Narcea para llegar a Cornellana.

Entro en Cornellana por la avenida principal. Es un pueblo con supermercado, restaurantes y otros servicios. Algo no muy frecuente en el tramo asturiano de este Camino Primitivo. Las flechas me conducen hasta  la confluencia con la Avenida José María Caballero que, a mano izquierda me lleva, trescientos metros más allá, al monasterio de San Salvador de Cornellana, algo alejado del pueblo. En parte restaurado y en parte ruinoso, cuenta en la antigua zona de cuadras con un espacio adaptado para peregrinos, con zona de lavandería, una amplia cocina bien equipada y cuatro habitaciones con capacidad para 36 peregrinos. Esta noche lo tendré entero para mí, según que explican los hospitaleros Miguel y Gloria.

Espectacular monasterio de San Salvador de Cornellana.
Habitación limpia y bien equipada para un peregrino.

Me reciben con mucha amabilidad, tras sellar y pagar 7 euros por la estancia, me ducho, tiendo toalla y ropa para secarla, deshago la mochila entera y me encamino al pueblo sobre las ocho de la tarde para cenar. Elijo el Mesón Dany donde, por 17 euros, me tomo dos cervezas, un chupito de orujo y un plato combinado de filetes de lomo con huevos y patatas fritas. Será la comida más cara que pague en estos días.

Patio del monasterio con las dos puertas que conducen a las habitaciones de los peregrinos.

Estoy de vuelta en el monasterio justo para charlar un rato con Gloria y Miguel. Tres peregrinos habían reservado la noche también pero no han aparecido. Cuando se van los hospitaleros me quedo con el monasterio para mí solo. Comienza mi noche toledana. Sobre las diez de la noche ya estoy metido en el saco de dormir con la puerta bien cerrada. Tras un ligero cabeceo por el cansancio acumulado, no sé si por autosugestión o por otros motivos, pero de repente noto como caricias en mis manos y me quedo con los ojos como platos. Enciendo la luz del baño. El silencio es opresivo, estruendoso. Decido poner unos podcast del coronel Baños para sentirme acompañado. Pero ya no puedo dormir en toda la noche imaginando monjes errantes y rechinar de cadenas.

La noche pasó muy lentamente. A las seis de la mañana ya tenía la mochila hecha y estaba en el patio del convento haciendo tiempo para irme al pueblo a desayunar. Cuando crucé la verja del monasterio poco antes de las siete de la mañana en plena oscuridad y sin querer mirar las ventanas ciegas del monasterio me quité un peso de encima. Ese mismo día, tras una dura etapa hasta el albergue de Bodenaya, el hospitalero David y mi hermano José Fernando me contaron que ha habido peregrinos que han tenido experiencias paranormales en el monasterio de Cornellana. Yo sólo puedo decir que comprobé el enorme poder de la autosugestión. No sé si fueron reales o imaginadas, pero las caricias en las manos las noté.

En unos días continúa esta Crónica con la etapa Cornellana- Bodenaya.

One thought on “Relato del Camino Primitivo: No pain no glory (I)”
  1. Genial !!! Yo no paré en Cornellana, solo para almorzar. Hice noche en Salas. Pero me quedé con las ganas de hospedarme en algún monasterio. La próxima vez será. Buen Camino !!! ULTREIA !!!

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