INTRODUCCIÓN
Hace unas semanas que volvimos del norte de España de recorrer un pequeño y espectacular trozo de uno de los parajes naturales más impresionantes de España y Europa: los Picos de Europa. Aquí en Marbella estamos acostumbrados a las montañas malagueñas, con sus desniveles importantes, sus cortados, sus barrancos y zonas agrestes. Pero cuando transitas por los Picos de Europa te das cuenta de que al Creador se le fue un poco la mano con los tajos kilométricos, los barrancos interminables, el empleo de los angulos rectos imposibles, etc. Significa dar un paso cualitativo en la práctica del senderismo. Sencillamente, es espectacular y apabullante caminar por estas montañas (en nuestro caso por el Cornión, el Macizo Occidental de los tres que conforman los Picos de Europa) mientras la vista trata de grabar las sensaciones que provocan las formaciones rocosas, los valles, los bosques de hayas, los prados verdes, etc. Ha sido una de las experiencias más inolvidables que mi hermano, Walter y yo hemos tenido como senderistas y pisapraos.
ITINERARIO
Debido a que es nuestra primera incursión seria en los Picos de Europa, y a que mi hermano y yo iríamos acompañados por Walter, un gran amigo argentino que demostró que la bisoñez no está reñida con la resistencia y el estoicismo ante las agujetas, los tobillos torcidos y las rodillas sobrecargadas, la planificación de la ruta se adaptó a estas circunstancias para hacer una Travesía de tres días circunvalando el Cornión, el macizo occidental de los Picos de Europa, a través de los valles que lo rodean. Por eso partimos el primer día desde los Lagos de Enol, siguiendo el Gr de la Reconquista, la ruta de los moros que huyeron de los salvajes asturianos de Don Pelayo tras la gran victoria de Covadonga. Este GR nos hizo atravesar el Cornión a una altura de unos 1.500 metros hasta afrontar el espectacular descenso hasta el río Cares por la Canal de Culiembro. Para posteriormente sumarnos a la procesión de turistas hasta el pueblo leonés de Caín, donde pernoctamos.
El segundo día nos dirigimos hasta Posada de Valdeón remontando el espectacular valle de Valdeón. En Posada una indisposición de mi hermano nos hizo replantearnos la llegada a la meta del día, el refugio de Vegabaño en un entorno impresionante rodeado de hayedos. Optamos pues por coger un taxi que nos acercó al pueblo de Soto de Sajambre, desde donde subimos por un espectacular bosque de hayas hasta Vegabaño, sin duda, uno de los sitios más bellos de todos los Picos de Europa. Un lugar donde Heidi se sentiría como en casa. Un refugio donde descansamos y comimos como reyes.
El tercer día iniciamos la vuelta recorriendo el valle de Carombo siguiendo la senda de la Jocica, tallado por el salvaje río Dobra. Naturaleza pura, bosques de gnomos rodeados por los paredones del Cornión. Posteriormente cogimos un carril que nos hizo recorrer los valles de Angón y Amieva. Paisaje asturiano típico de praderías y casonas. Para descender a través de las aldeas de San Román, Carbes y Sames. En este último sitio encontramos un bar abierto y decidimos liquidar la travesía disfrutando de varias cervezas antes de que un taxi nos llevara de vuelta a la cercana Cangas de Onís. Finiquitando una travesía increible en la que hemos saboreado la caliza, los bosques de hayas, las majadas serranas y las aldeas leonesas y asturianas de esta parte de Picos de Europa.
Reportaje Fotográfico:
El inicio de la travesía la iniciamos en el lago Ercina, con las cumbre del Cornión al fondo. Cogimos un taxi en Cangas de Onís para empezar a andar temprano.
Primeros rayos de sol. Las nubes cubrieron a intervalos el cielo, lo que fue un alivio ya que hizo calor todo el día y con sol hubiera sido peor. Tras empezar a andar cruzamos una zona encharcada (a los cinco minutos de comenzar la caminata se me empaparon los pies, tuve suerte y no me salieron ampollas) y remontamos una colina hasta alcanzar el carrir de la Majada de Belbín.
El carril está embarrado y nos hace pasar junto a la Majada de La LLomba, donde hay una fuente.
Vertiginosa canal de Culiembro con el Macizo Central enfrente.
Mi hermano se toma un respiro mientras descendemos este interminable barranco. El entorno es increible. Abajo nos espera el Cares con su procesión de turistas y senderistas.Ruta del Cares. Nos quedaban unos siete kilómetros de sendero tallado en la roca hasta el pueblo leonés de Caín de Valdeón, nuestro punto de llegada este primer día. A pesar de la espectacularidad de la ruta, en algunos aspectos parecido al Caminito del Rey (es difícil comparar pero ambas rutas son de 10), se nos hizo un poco pesada con el cansancio acumulado y teniendo que esquivar a tanto turista.Por fin llegamos a Caín, sobre las 17.00. Nos alojamos en el Albergue de Montaña El Diablo de la Peña. Buen precio y buena comida. Tras la ducha de rigor hicimos una pequeña maratón de cervezas, un poco de turismo por este pueblo que vive de la ruta del Cares y disfrutamos de una cena contundente. Amanece nublado el segundo día, sobre las ocho de la mañana salimos del albergue y enfilamos la carretera que une Caín con el valle de Valdeón y el resto del mundo. Transitamos unos tres kilómetros por una carretera encajada entre paredones tallados por el Cares.Seguimos un sendero PR que une Posada de Valdeón con Poncebos (el de la ruta del Cares).Tras cruzar el puente de Santiján dejamos el asfalto y nos introducimos en:un espectacular bosque de hayas, silencioso y tupido por un sendero en ascenso constante.Pasamos junto a la ermita Corona, donde los anales señalan que Don Pelayo fue coronado rey tras ganar a los moros en Covadonga. Es pues un sitio importante de la historia de España.El sendero sigue ascendiendo, alternándose con algunos tramos de carretera. Mi hermano impone un ritmo infernal y le pasa factura: cuando llegamos al mirador del Pombo, junto al pueblo de Cordiñanes se desploma desfondado. Se le ponen las nubes negras y se plantea retirarse. Sangre fría. Sacamos el mapa (editorial Adrados, los mejores para Picos de Europa, no cobro comisión) y buscamos una alternativa: nos faltan unos 14 kilómetros y 600 metros de desnivel en ascenso hasta el refugio de Vegabaño, donde pernoctaremos hoy. Unas cuatro horas. En vez de eso le propongo andar un par de kilómetros hasta Posada de Valdeón, donde podemos comer en un bar y coger un taxi hasta Soto de Sajambre, desde donde podemos llegar a Vegabaño en 1 hora de caminata. Así que cogemos el camino del Bustio que une Cordiñanes con Posada de Valdeón. Allí paramos en un bar donde podemos comer un buen bocata de lomo con cerveza. El dueño, que para ser leonés tiene mucha retranca y pone fino al alcalde de Posada porque han cortado la luz en el pueblo, nos gestiona un taxi que nos sube hasta Soto de Sajambre.La taxista (a la izq.) nos explica en el trayecto que mucha gente de los pueblos leoneses de Valdeón y Sajambre quieren salirse del Parque Natural porque la normativa es muy estricta y no se puede ni tocar un arbol ni una casa ni nada. La gente joven se va a la capital y en invierno en ambos valles apenas quedan una docenas de personas. Una pena.La subida a Vegabaño es constante, tras la parada en Posada nos hemos enfriado y sudamos la gota gorda pero transitar por el impresionante hayedo de Vegabaño trasmite sensaciones increibles. Es un gustazo, parece que nos va a salir un tribu de astures célticos de entre los árboles musgosos.Estos bosques de hayas son considerados Patrimonio Natural por la Unesco.Tras algo más de una hora de ruta llegamos a una pradera increible, al fondo de la cual está el refugio de Vegabaño. Como hemos «hecho trampas» cogiendo un taxi llegamos de los primeros al refugio. Nos atiende una hospitalera muy simpática que nos aloja en el altillo de una de las habitaciones. Es un refugio pequeño pero muy bien aprovechado (caben 32 personas) y se llenó esa noche. Tiene un espíritu peculiar este sitio, con dibujos en las paredes, figuras de gnomos, sin duda Vegabaño es un lugar mágico. Y un buen campamento base para recorrer los valles de Sajambre, Valdeón, Carombo y hacer rutas por el Cornión.Al fondo el Macizo Occidental, el Cornión. Poco a poco, mientras intentábamos acabar con las existencia de cerveza del refugio, fueron llegando montañeros procedentes todos ellos de las montañas de enfrente. Nosotros, simples senderistas, nos sentimos un poco cohibidos con tanto chicarrón del norte (todos eran navarros, vascos, asturianos, etc). Aunque había algún que otro fantasmón, nos dimos cuenta de porque nosotros hacemos senderismo y ellos, aquí, hacen montañismo.Peña Beza entre nubes. Nosotros al día siguiente volveríamos a la civilización rodeando esta imponente montaña de más de 1.900 metros pasando entre ella y los paredones del Cornión por el valle tallado por el río Dobra.
Arroyo del Truégano junto a la parte trasera del refugio. Aprovechamos para darnos un pequeño baño y quitarnos los malos olores. La ducha del refugio tiene hidromasaje pero no quisimos pagar los 2-3 euros que costaba.Comedor-salón del refugio donde nos apelotonamos los cerca de 30 montañeros (y 3 senderistas) que nos alojamos. Por las escaleras que se ven se subía a unos altillos donde durmieron algunos.Dormitorio donde nos apretujamos nueve personas en tres niveles de litera. La cena fue a las ocho de la tarde. Espectacular: lentejas caseras y crema de verduras, pastel de verdura con huevos fritos de las gallinas del refugio y filetes de lomo con salsa y de postre mousse de chocolate casero. Y un par de orujillos para digerirlo. Impresionante. La guardesa se llevo una ovación. Después nos fuimos a dormir y mi hermano y Walter compitieron a ver quien hacía los ronquidos más desesperantes. Ganaron los dos. Además, la perra del refugio estuvo media noche ladrando a los lobos que, según nos comentó la guardesa, más adelante en invierno se entretienen mareándola jugando al ratón y al gato con ella.A las siete tocamos diana, desayunamos una increible cantidad de tostadas con café y poco antes de las ocho estábamos listos para salir.Tras dejar atrás la pradera de Vegabaño, nos introducimos en un increible hayedo salpicado de helechos. Los bosques de aquí son la leshe.Hemos cogido la pista que nos encamina hacia la Senda del Arcediano, un GR que nos llevaría hasta Amieva. Nosotros, en una bifurcación nos desviamos a la derecha para coger un PR, senda de la Jocica, que nos llevará también a Amieva pero por el valle del río Dobra.Descendemos por el frondoso bosque con las paredes rocosas del Macizo Occidental enfrente. Mi hermano señala la cabaña de El Chamozo en el valle de Carombo, la hondonada donde nace el río Dobra, del que dicen que es uno de los diez ríos más puros de Europa. En el Valle de Carombo resistieron las últimas tribus de astures a las legiones romanas de Vipstanio Agripa y Octavio Augusto en esta zona conocida en esa época como Montes Vindios.Cruzamos el río Dobra, que se unirá más abajo al río Sella. Nosotros seguiremos el valle que forma durante bastantes kilómetros.Tras pasar el puente seguimos los hitos y las marcas amarillas y blancas del PR remontando unos metros hasta llegar a la cabaña de El Chamozo. Allí cogemos un sendero bien marcado que nos hará ir a media ladera rodeando el Cornión con la Peña Beza y el Cantu Cabronero (dos montañas que forman una especie de pre-Cornión) enfrente.Vista atrás a valle Carombo y los extensos hayedos por los que hemos transitadoFoto que refleja el tipo de terreno de la Senda de la Jocica.A tramos el camino va colgado al borde del barranco y armado con piedra seca. Este tramo de la travesía fue excepcional, en un entorno agreste como pocas veces he vivido.Atravesando un hayedo en una de las hondonadas del valle del Dobra. Vacas en medio del sendero. En estre punto había varias, algunas tumbadas en medio del camino. Por mucho que le dimos con el bastón no nos hicieron ni caso. Vergonzosamente tuvimos que remontar un poco campo a través para reincorporarnos al sendero más adelante. Estas vacas astur-leonesas son testarudas.Tras pasar una angarilla, que dejamos cerrada después, el sendero se encaja en el desfiladero donde el Dobra es contenido por una presa: La Jocica. Una baranda de madera nos protege de una caida importante.La Jocica es un embalse de esos que hoy día no se haría por no ser rentable. A la derecha se ve la baranda del sendero.El sendero termina junto a la Majada de Bellanzo ( se ve la cabaña de la majada junto a la pradera). Allí optamos por comer el picnic que nos dieron en el refugio (chocolate, fruta y un bocadillo). Luego nos incorporamos al carril que nos hizo descender hasta la central eléctrica de Restaño.Bajando por el carril, que estaba muy musgoso y me provocó un par de resbalones sin consecuencias. Las estribaciones calizas del Cornión delante. Un poco más abajo Walter tuvo uno de esos resbalones en los que sales volando sin control, rodó por el suelo y casi cae por un pequeño barranco con una caida inicial de 2-3 metros verticales con zarzas al fondo. Pudo agarrarse a unas matas en el borde y yo le sujete por la mochila. Todo quedó en un susto, tuvo unas magulladuras y poco más.Salamandra en medio del camino, con un par de ramitas la saqué del carril para que no la atropellara nadie.Tras cruzar el Dobra, y despedirnos de él, empieza una subida paulatina en la que dejamos atrás la central del Restaño y:atravesamos el coqueto y bello valle de Angón. Al fondo, a la izquierda de la montaña caliza está nuestro próximo objetivo: el collado de Angón. El carril nos llevará hasta allí en una media hora en la que pasamos junto a varios chalets muy bonitos.Vista atrás al valle de Angón desde el collado. Todo ello bajo la sombra de los cortados espectaculares del Macizo Occidental-Cornión.Valle de Amieva desde el collado Angón. Paisaje asturiano cien por cien. Al fondo, a la derecha del monte piramidal verde oscuro está el collado de Amieva, por donde descenderemos hasta Sames, punto terminal de esta travesía. La verdad es con el acumulado de estos días estamos cansados y nos esperan todavía unos diez kilómetros de asfalto por delante. Valle de Amieva, con el pueblo abajo a la derecha, lugar idílico con los Picos de Europa al fondo. Descansamos en un mirador de dudoso gusto antes de:afrontar un descenso durísimo, muy empinado hacia San Román, pequeño pueblo que se ve abajo. Las rodillas se resintieron mucho, aunque paramos en la fuente del pueblo a recuperarnos.Tras dejar atrás San Román seguimos por la carretera entre campos de labor y manzanos hasta encontrar un desvío marcado que nos llevará a Carbes por un sendero embarrado. Los pies agradecen lo mullido de la tierra lodosa y el ir a la sombra entre muros de piedra.LLegamos a Carbes donde volvemos a hacer una parada. La verdad es que estamos molidos, y los dos últimos kilómetros hasta Sames se hacen bastantes duros.Los tres pisapraos posando en la entrada del bar de Sames. Cuando llegamos al pueblo preguntamos a un lugareño por un bar y nos señaló este que era el único abierto! Tomamos varias cervezas, tablas de queso y embutido y nos relajamos en amena charla con la dueña de bar con la satisfacción de que Picos de Europa es MUCHO PICOS!
Esta travesía me ha enseñado mucha humildad, la Naturaleza en Picos de Europa es majestuosa y apabullante, por lo menos para alguien acostumbrado a montañas menos verticales como las malagueñas. Lo que aquí son tajos de decenas de metros, allí son de cientos. Volveré, volveremos, porque Picos nos ha estrujado, nos ha hecho sudar como nunca, su niebla nos ha desorientado, sus vacas nos han vacilado, su gente, los serranos, nos han conquistado con su simpatía y buen hacer. Además, hemos comido como reyes durante los tres días y la estancia en Cangas de Onís. Después de recorrer 60 kilómetros con más de 2.000 metros de desnivel, sé que volveré.
Un saludo y gracias por leer esta crónica.