Travesía bajo la ola de calor.

El título lo dice todo. La travesía circular al río Guadalentín y la Sierra de Pozo era un recorrido de unos 50 km, realizable en dos o tres días, pasando por dos de los ríos más emblemáticos y salvajes del Parque Natural: el Guadalentín y Los Tornillos del Gualay. Una ruta que recorre lugares de gran belleza como la Cañada del Mesto, Vado Carretas, Nava de San Pedro, Cerradas del Pintor y de la Canaliega y la maravillosa senda de herradura del Calar de Juana. Muy bonito todo. Pero resultó imposible.

Mapa de la ruta: El último tramo marcado en rojo es la extensión hasta el río Gualay al que no llegamos.

Relato fotográfico:

Es arriesgado hacer cualquier ruta en julio y agosto en cualquier sierra por debajo de los Pirineos, pero bajo los efectos de la mayor ola de calor de la historia es simplemente una temeridad. Y para allá que fuimos mi hermano y yo, el 3 de julio, con la intención de hacer la travesía ya descrita. Qué ingenuos. El calor nos machacó el primer día, nos trituró y nos deshidrató.

El primer día hicimos los doce kilómetros que unen el cortijo del Molinillo con Vado Carretas en el Guadalentín superando un desnivel de unos 400 metros en unas cuatro horas, haciendo paradas cada media hora. En Vado Carretas nos desviamos a la izquierda buscando la senda de Pescadores y el río hasta la Charca de la Lastra, donde montamos un campamento provisional a la sombra de varios pinos y donde el helado Guadalentín nos salvó de caer postrados por el calor.

Tal fue el bochorno que esa noche, a 1.100 de altitud no pudimos dormir del calor que hizo. A las once seguíamos en bañador con los pies en el río para refrescarnos.

Cortijo del Molinillo, donde dejamos el coche previo permiso de Diego, el serrano. Él nos explicó el pasado de la cañada del Mesto, cómo se hizo el embalse de la Bolera y mil y una anécdotas que intercambiamos. Lo cual a la postre fue fatal para nuestros intereses, porque la hora de charla (empezamos a andar a las 12.00, muy tarde) fue lo que tardó el cielo en despejarse de una confortable capa de nubes que permitió que el sol nos calcinara durante todo el trayecto. En todo caso, a la vuelta Diego nos volvió a cobrar el peaje con otra hora de charla a la vuelta. Gran serrano.

Apenas empezamos a andar y la cartelería nos encamina hacia la cola del embalse. Encima de mi hermano se puede ver el Puntal del Raso del Peral y los bosques de pinos de repoblación que conforman la subida del primer tramo de de esta ruta.

Cruzamos el puente de la Cerrada de la Herradura.

Primer contacto con el Guadalentín. Desde el puente vimos barbos de considerable tamaño.

Ganamos altura de forma sostenida mientras las nubes desaparecen. Vista atrás de la cola del embalse de la Bolera. El bochorno ya es considerable. El camino está perfectamente balizado ya que coincide con la etapa 14 de nuestro querido gr 247.

Durante todo el camino tenemos la boscosa Sierra del Pozo a nuestra izquierda.

La sierra del Pozo presidida por el Cabañas, con más de dos mil metros de altura.

Haciendo zoom vemos la caseta de vigilancia. En anteriores rutas por estas sierras nos contaron que el foguero de esta caseta descubrió su vocación artística como pintor en las largas horas de vigilancia.

Llegamos al Puntal de Ana María, con las ruinas de cortijo enfrente.

Desde el cortijo de Ana María vislumbramos el siguiente objetivo, el puntal en el que se asienta el cortijo del Raso del Peral.

A nuestra derecha nos acompañan los cortados del Tranco de la Rajona. La repisa por la que transita la cañada del Mesto se va elevando por el encima del barranco que ha tallado el río Guadalentín, a la izquierda, y se encaja a la derecha por los diversos cortados del Almicerán: Trancos de la Rajona, de la Marcolla y del Lobo.

Tras la pausa en el cortijo del puntal de Ana María subimos de nuevo durante un par de kilómetros hasta llegar al punto más alto del día: el puntal del Raso del Peral a algo más de 1.300 metros de altura.

El cortijo está restaurado aunque cerrado. Detrás el rotundo Tranco de la Marcolla.

El calor ya es asfixiante, nos refugiamos a la sombra de una encina junto al cortijo. Mi hermano, a la derecha de la foto, vuelve de refrescarse y cargar agua en una pila con manguera de la que sale un hilo de agua. Aprovechamos para comer un bocadillo, son cerca de las 14.00, y ya sólo queda un descenso de unos cuatro kilómetros hasta Vado Carretas.

Las vistas del barranco del Guadalentín son espectaculares. Nuestro camino irá por la zona boscosa de la derecha de la foto hasta desembocar en la llanura parda del centro de la imagen. Agradecemos que el camino descienda a la sombra de pinos y encinas. Al cabo de una media hora el bosque se abre y nos encontramos esto:

Impresionante Cerrada de la Canaliega, por donde el río Gualay desemboca en el Guadalentín tras abrirse camino en la roca viva.

Foto del cortijo de Paulera junto a la Cerrada de la Canaliega tomada en el regreso de la ruta. Ubicado en uno de los lugares más bonitos de estas sierras. Sus propietarios son muy afortunados. Dejando atrás el cortijo atravesamos la llanura parda que se veía desde el Raso del Peral sudando la gota gorda. El aire quema hasta que llegamos a otro de los lugares mágicos de esta ruta:

Ruinas del cortijo de Poyo Tribaldo, que tiene una placa que reza: «Poyo Tribaldo, donde no necesitas nada para tenerlo todo». A nosotros la prisa por alcanzar el refrescante Guadalentín nos hace dejarlo de lado.

Descendemos por la pista que en unos quince minutos nos deja en:

Vado Carretas! Objetivo alcanzado. La ola de calor casi puede con nosotros. Son  cerca de la 15.00 y nos desviamos a la izquierda por un llano siguiendo el río hasta cruzar al otro lado. El Guadalentín se va cerrando pero nosotros cogemos la antigua Senda de Pescadores, muy deteriorada en algunos tramos, para buscar una poza que nos sirva de campamento base.

Charca de la Lastra. Aquí nos quitamos el calor y el polvo del camino con un chapuzón de categoría. Hicimos el segundo almuerzo y vegetamos durante unas horas viendo las libélulas y soportando la picadura de los tábanos.

A pesar de la proximidad del río el calor el asfixiante. A las siete de la tarde hacemos una exploración por el río, pasando junto a bellas pozas.

Subido en lo alto de una roca sorprendo a un par de cabras montesas que buscan en el margen del río algún brote verde.

Detalle de unas escaleras talladas en la roca por los serranos que construyeron la Senda de los Pescadores.

Sobre las ocho de la tarde volvemos por la Senda de Pescadores al entorno de Vado Carretas.

Dejamos las mochilas en uno de los bancales junto al río.

Qué bonito es este río!

Detalle del Tranco del Lobo con sus farallones rojizos al anochecer. Señalar que el calor fue asfixiante hasta la madrugada. Cenamos con los pies metidos en el río. Y dormimos sólo con el bañador puesto encima de los sacos porque el calor era insoportable. Y estábamos a más de mil metros de altura.

A primera hora de la mañana cruzamos el puente del arroyo de San Pedro tras dejar el lugar de pernocta perfectamente limpio. La noche fue muy movida porque acampamos justo en el punto por el que los animales bajan de la montaña a refrescarse al río. Varias familias de jabalíes nos rondaron al poco de anochecer, sorprendimos a varias cabras montesas a unos metros de la tienda (teníamos el viento a favor nuestro) y los zorros estuvieron toda la noche correteándonos.

En el camino hacia la Nava de San Pedro, donde teníamos pensado hacer el desayuno con el bueno del posadero Miguel. Valiente sorpresa nos llevaríamos…

Vamos ganando altura mientras los primeros rayos de sol iluminan los cortados del Tranco del Lobo. En primer término el cortijo de  Vado Carretas.

Valle del Guadalentín. Al fondo a la derecha se ve el llano pardo donde se asienta el cortijo de Poyo Tribaldo. Por donde llegamos el día anterior. Hacemos zoom:

Detalle de la nava de Poyo Tribaldo. A la derecha de la pista se ve el cortado bajo el cual discurre el Guadalentín y donde están las pozas en las que nos bañamos el día anterior.

Tras una subida de una media hora algo exigente nos incorporamos a la izquierda a la pista de las navas. Tras recorrerla durante unos cientos de metros cruzamos la chopera de la nava de San Pedro.

Nava de San Pedro. Lugar mágico rodeado de montañas boscosas y cortados donde aún hay varios cortijos habitados que viven principalmente de la oveja segureña. En la nava se sitúa también el centro de recuperación del Quebrantahuesos.

Casa rural de la Nava de San Pedro. Miguel ya no regenta esta posada serrana. Actualmente el arrendamiento corre a cargo de un malagueño que lo ha vuelto a poner en valor. Los encargados, Ángel y Diana (con su perrita Zoe en la foto), tienen en mente convertir este coqueto alojamiento en algo más que una casa rural. Fuimos sus primeros clientes de la temporada. Ya que tras desayunar, y con más de 30 grados a las 9.30 de la mañana, mi hermano y yo decidimos prudentemente acortar la ruta por el serio peligro de insolación y pasar el día en este increíble rincón serrano.

Tras dejar las mochilas en la casa seguimos por la pista de las navas durante algo más de un kilómetro y subimos hacia la cercana fuente de la Garganta. Desde el mirador de la Nava de San pedro las vistas son espectaculares. (en el centro la chopera oculta la llanura, con los cortados del Tranco del Lobo al fondo). Aplicamos el zoom:

Entorno de la fuente de la Garganta. Al otro lado del arroyo se puede ver el llano de hierba todavía jugosa donde pasamos tumbados gran parte de la mañana.

El agua de la fuente es de la más frescas de estas sierras. El propio arroyo de la Garganta está helado hasta el punto de que te duelen los pies.

Dormitamos durante un par de horas refrescados por la brisa que se genera en este entorno encajonado. Un par de familias de jabalíes rondaron por la zona. A este lo pude captar decentemente.

A la hora de comer volvimos a la nava de San Pedro y en el bar de El Cabrero nos comimos unas migas y carne de venado con patatas. Tras una siesta a 40 grados en la casa rural pasamos la tarde dándonos duchas y charlando con Ángel y Diana, que tienen grandes planes para la casa rural. Esperemos que los guardas del Parque Natural, y sus vecinos, les dejen.

Y esto es todo. Travesía frustrada por la Ola de Calor. El tercer día volvimos por el mismo camino del primer día, recorriendo la Cañada del Mesto hasta la casa del Molinillo de Diego, donde teníamos el coche. Y donde estuvimos de nuevo media hora larga charlando con este serrano tan locuaz. Eso sí, pasando menos calor que a la ida.

Hasta la próxima.