Tras la impresionante y solitaria ruta circular a Pontones, toca prepararse para el segundo día. El cañón del Segura, el río Madera y el valle de los Anchos nos esperan en una jornada larga de unos 22-24 km que nos permitirá adentrarnos en el corazón de la parte norte de la Sierra de Segura.
Mapas 2ª Parte:
De Pontones a Huelga Utrera, 10 km
De Huelga Utrera a Prado Maguillo, 12-14 km
Reportaje fotográfico:
Con las primeras luces encaminamos nuestros pasos al Mesón El Cortijo donde, tras un potente desayuno, descubrimos lo barato que nos ha resultado la estancia en Pontones. Una vez hechas las cuentas nos acercamos a la panadería y compramos dos panes redondos de medio kilo. Habíamos oído hablar del pan de Pontones y damos fe del gran servicio que hicieron a nuestros estómagos durante los dos siguientes días.
Enfilamos hacia el puente del Segura, de donde parte el sendero balizado que nos llevará al cañón del Segura. Son 7km hasta el cruce de la cascada del Charco del Humo, casi todo por pista. Ha helado por la noche y el termómetro debe estar un par de bajos sobre cero cuando empezamos a andar.
La pista nos introduce entre cortados muy cerca del joven río Segura. En casi permanente descenso, avanzamos rápido buscando que el sol nos caliente cuanto antes. Casi todo el bosque de ribera está desprovisto de hojas, dándole un aspecto agreste y bello a este tramo de la ruta. En otoño debe ser espectacular.
Lllegamos al cruce del arroyo del Masegoso, con su particular puente Bailey. Nuestro camino se despega del Segura durante un par de kilómetros.
La helada es evediente en este tramo de umbría. Al fondo se vislumbra el cortijo del Mestro. Hay que estar atentos porque a la derecha de esta edificación sale el sendero que nos encumbrará suavemente hasta el collado que da vistas al barranco del arroyo de las Patas.
El sendero atraviesa un joven pinar de repoblación. Ascendemos suavemente hasta el collado:
donde las vistas son espectaculares. Al fondo vislumbramos el Calar de Gila. Aplicamos el zoom:
La aldea de Poyotello, que cuenta con algunos vecinos permanentes se aposenta sobre el cañón del Segura. Un sendero conecta está población con el cruce del Charco del Humo, pasando junto a la espectacular cueva del Agua. Nosotros no la visitamos para no desviarnos demasiado de nuestro itinerario. Otra vez será.
La bajada hasta encontrar de nuevo el Segura pasa por descender el Barranco de las Patas por una senda muy cerrada, pero que pronto nos da vistas a:
al Cañón del Segura.
Tras cruzar el arroyo de las Patas, y obviar el sendero que baja a la cascada del Charco del Humo, volvemos junto al río Segura.
Ascendemos un tramo de escalones y nos plantamos en el tramo final, y más impresionante, del Cañón del Segura. Cogemos de frente el camino empedrado que nos llevará a a la aldea de Huelga Utrera, dejando a la izquierda el sendero que se encamina a la Cueva del Agua y Poyotello.
Cañón del Segura en todo su esplendor. Los tres o cuatro kilómetros hasta Huelga Utrera son impresionantes. Tras un corta subida ayudados por una barandilla de madera llegamos al:
mirador del río Segura, donde aprovechamos para tomar un bocado al sol mientras nos regodeamos con las vistas: el Cañón del Segura presidido por los bancales llenos de los árboles que cultivaban los serranos hasta hace pocas décadas.
Tras el refrigerio cruzamos un pequeño bosquete de pinos para dar vistas a:
la primera de las diversas navas y bancales que preceden a la llegada a Huelga Utrera.
Más que una travesía esto parece un paseo rodeados por el ruido de los pájaros. Igual que el día anterior no nos cruzamos con nadie y tuvimos el valle de las aldeas abandonadas para nosotros solos, en todo el camino de Pontones a Huelga Utrera no nos cruzamos con nadie.
En unos 25 minutos desde el mirador nos plantamos en la coqueta aldea de Huelga Utrera, punto de unión del río Segura con el río Madera. Tras refrescarnos en la fuente, una señora que prepara la casa para el fin de semana nos indica un banco donde descansar y tomar un poco el sol ( es que somos de Marbella).
pero antes tenemos un encuentro con los autóctonos del lugar. ¿No lo veis? En la esquina de la casa de la derecha:
y no fue el único que se sentó a disfrutar del sol:
este tiene pinta de comerse a los zorros crudos.
Al final el único que estaba trabajando en la aldea era esta hormiga que trataba de llevarse a la oruga a su hormiguero.
Volvemos a ponernos la mochila. Es mediodía y el sol aprieta, así que nos encaminamos hacia la izquierda para dirigirnos al puente que cruza el Segura. No sin antes volver a sentirnos intimidados por los ojos que nos observan partir (en la rasante de la calle).
El musgoso puente nos introduce en un sendero que nos aleja para siempre del Segura.
Adios río Segura.
Hola río Madera.
Ahora será este cauce el protagonista durante los próximos siete kilómetros aproximadamente hasta la Venta Rampias, donde torceremos a la derecha para subir el valle de Los Anchos hasta la aldea de Prado Maguillo. Nos sorprendió el intenso color turquesa que denota la pureza y vida de este río.
Aguantamos las ganas de darnos un chapuzón.
Tras cruzar el puente junto al molino del río Madera nos enfrentamos a un alpargatazo de asfalto de 12 km más o menos hasta Pradomaguillo.
Ganamos altura en poco tiempo. A la izquierda los contrafuertes boscosos del Calar del Pino. Al fondo a la izquierda vemos los impresionantes cortados de Piedra Dionisia. Hacemos zoom:
Todavía quedan restos de nieve de la nevada de la semana anterior.
Pasamos junto a una caseta con mensaje «indignado» incluido.
Vamos remontando el valle del río Madera y vemos en la otra vertiente este pliegue sinclinal impresionante. Más espectacular que el de los Caracolillos del río Borosa.
El boscosísimo valle del río Madera con el cortijo de los Fresnos al fondo.
El calor aprieta. Entre los pinos vemos alguna de las pozas turquesas de este río.
Apenas nos pasan dos coches en las dos horas de camino a la Venta Rampias. Pero un ruido potente nos rompe el karma. Alzamos la vista al cielo y vemos que viene los Marines. Es un V-22, un convertiplano con dos turbohélices basculantes y capacidad para entre 24-32 supersoldados estadounidenses.
Por fin llegamos al cruce de Venta Rampias, donde cambiamos el valle del Río Madera por el de los Anchos. Nos quedan cinco kilómetros cuesta arriba hasta la aldea de Pradomaguillo.
Transitamos por un carril asfaltado por un gran bosque de pinos que apenas nos dejará tener buenas vistas, casi hasta llegar a la aldea de Los Anchos. El arroyo de los Anchos transita bastante cerca durante casi todo el recorrido.
Pasamos junto al cortijo de la Conquista, al otro lado del río.
Muy cerca de los Anchos transitamos junto al cortijo de Majada Oscura, donde nos saluda un hombre de color por si queremos visitar su museo serrano. Pero optamos por continuar hasta la aldea, donde aprovechamos para tomar un último respiro.
Auténtica fuente lavadero en Los Anchos. Aunque debe haber algún habitante, la aldea parece desierta.
Vivienda de los Anchos con un acceso original a la cámara donde los serranos guardaban antes sus provisiones.
Dejamos atrás los Anchos, apenas nos quedan un par de kilómetros hasta Pradomaguillo.
A la derecha ganamos vistas a la Cuerda del Mosco. Aplicamos el zoom:
La caseta de vigilancia del Puntal de la Misa.
Por fin llegamos a la aldea de Pradomaguillo. Muchas de sus casas han sido reformadas a la manera serrana, como la construcción en la que nos vamos a alojar: Casa Rocar.
Su dueño Roque es un enamorado de estas sierras y su web www.casarocar.pradomaguillo.com tiene un blog sobre rutas que es un must have para todos los que quieran planificar rutas por la zona. La primera impresión que nos produce Casa Rocar es el de un museo, ya que conserva muchos detalles arquitectónicos y de diseño serrano. Vistas de la zona del comedor.
La cocina de la casa, muy completa y con todo lo necesario para cocinar.
Vistas del salón desde el comedor. Las habitaciones se sitúan en la parte de arriba. Señalar que dormimos como reyes en la habitación doble bien tapados con las fundas nórdicas.
Disfrutamos junto a uno de los porches de las casas del atardecer en el tranquilo valle de Pradmaguillo. En este punto también hay algo de cobertura móvil. Tras echar unos troncos a la chimenea y cenar como reyes toca descansar para la última etapa de esta travesía.