Travesía Sierra de Segura Profunda, 1ª Parte
Itinerario
La Sierra de Segura es la más grande y agreste de las diversas sierras que conforman al mayor parque natural de toda España. El entorno del Banderillas, los campos de Hernán Perea, o la zona de Rambla Seca son lugares salvajes, solitarios y agrestes. Pero en esta Travesía de tres días y 65 km hemos recorrido un itinerario más antropizado: el primer día descubriendo desde Pontones el valle abandonado de las Espumareas, Las Huelgas y los Miravetes, tres aldeas de montaña abandonadas en un valle que la Naturaleza y el hombre han labrado para actual regocijo de los escasos senderistas que lo recorren.
El segundo día los protagonistas fueron los ríos Segura y Madera, cuyo curso recorrimos durante veinte kilómetros. Y las aldeas todavía vivas de Huelga Utrera, Los Anchos y Pradomaguillo.
El tercer día partimos de Pradomaguillo para recorrer el mayor bosque de pino laricio del Parque, situado en el entorno de la aldea de Río Madera. Tras acercarnos al Yelmo, rodeamos el impresionante Yelmo Chico hasta terminar esta travesía antropológica en Hornos de Segura.
Reportaje Fotográfico Primer día:
Primer día: circular Pontones recorriendo el valle de las aldeas abandonadas
Arrancamos a las 9 de la mañana desde Pontones, después de tomar un café en el Mesón El Cortijo. Hace un frío que pela, -2ºC, y hasta los serranos remolonean esperando que la escarcha se derrita con el sol.
Enfilamos un corto trecho de asfalto hasta la cercana aldea de Pontón Alto. Al fondo se aprecia la Piedra Horadada.
Vamos bordeando el recién nacido río Segura, en uno de cuyos arboles hemos sorprendido a esta ardilla madrugadora.
En Pontón Alto buscamos el camino que nos llevará al valle de Las Espumareas.
En unos minutos nos introducimos en la Majá la caña, una amplia nava encharcada donde cogemos el carril forestal abandonado que nos llevará hasta el valle objetivo de este primer día.
Llegamos al tornajo situado en el collado de Majá la caña. Totalmente congelado. Al fondo se aprecian los contrafuertes nevados de Las Banderillas.
El camino nos va descendiendo por el valle con el siempre vigilante Banderillas en la lejanía. Si ampliamos zoom:
podemos apreciar la aldea abandonada de Los Centenares, en la parte inferior central. No entraba en el programa de esta travesía, aunque es uno de los rincones más bellos de todo el Parque Natural.
Nuestros pasos nos llevan a las aldeas dinamitadas de Espumareas de Arriba y de Abajo, de las que apenas quedan algunos cascotes y muros en ruinas.
Tras coger una senda que nos introduce en un bello bosque de pinos, al fin damos vistas a la zona de Las Huelgas, donde la unión del arroyo de las Espumareas y de Los Centenares ha creado un espacio natural único, con pequeñas llanuras y peñascos arbolados. Un lugar realmente espectacular.
Aprovechamos para desayunar en la Casa Forestal de Las Huelgas. Después nos desviamos unos cientos de metros hacia el Oeste para admirar:
la espectacular Cerrada de Parrate, por donde vierten las aguas de los dos arroyos unidos hacia el embalse del Tranco. Al fondo las moles de la Sierra de Las Villas.
Volvemos sobre nuestros pasos para encaminarnos al siguiente objetivo: la aldea de los Miravetes. Antes dejamos atrás la zona de las Huelgas, cruzando el arroyo, pasando junto a otras ruinas y buscando la senda, que en este tramo es un poco confusa.
Peñón en la zona de Las Huelgas.
Tras un par de intentos damos con la senda que nos lleva hacia los Miravetes, no sin antes admirar al otro lado del barranco:
La cascada de Los Centenares, con bastante agua del reciente deshielo de la semana anterior.
Remontamos los últimos metros antes de ganar vistas a:
las llanuras antaño cultivadas de Los Miravetes.
La aldea de los Miravetes se asienta a la sombra del Poyo de la Hoya Serbal y se encuentra en mucho mejor estado que las de Las Espumareas. En primer término la única casa «habitable» de la aldea, sucia y con mucho cacharros viejos y modernos.
Tras subir varios bancales decidimos tomar un bocado unos metros más arriba para disfrutar de las vistas.
Después de haber visto aldeas vivas como Huelga Utrera o Los Anchos, no cuesta imaginar la vida dura, donde las haya, de los antiguos habitantes de esta aldea. El entorno salvaje y solitario de este valle invita a filosofar y recrearse en lo que fue y no pudo seguir pero toca continuar.
Así que nos encaminamos subiendo los bancales de Los Miravetes buscando hacia la derecha hasta este punto, donde unos hitos marcan el punto de inicio de la senda que nos subirá hasta la cima del Poyo de la Hoya Serbal.
Ganamos altura por una senda cubierta por las pinochas que hacen muy cómodo el caminar. Pronto las vistas se abren, dejando esta estampa de postal de los Miravetes con Las Villas al fondo.
El camino ya no tiene pérdida, está balizado con hitos y contamos con la guía de los postes de luz del malogrado tendido eléctrico que hace cincuenta años iba a dar luminosidad a las aldeas del valle. Pero la expropiación llegó casi a la vez y los serranos tuvieron que disfrutar de la modernidad forzados a irse de sus casas.
Varias cabras montesas saltando entre las peñas.
Las vistas empiezan a hacerse impresionantes. Al fondo el nevado Banderillas. Abajo el valle de los Centenares, con la aldea junto a las inmensas eras que se ven en el centro-derecha.
Por fin, tras 45 minutos de subida y más de 300 metros de desnivel, llegamos a lo alto del Poyo de la Hoya Serbal, junto a la flecha, en primer plano, que señala el sendero para los que lo transiten en dirección contraria.
Aplicando el zoom vemos en la lejanía la afilada punta de El Yelmo, bajo cuya sombra pasaremos dentro de dos días.
Ahora toca bajar hacia el Nacimiento del río Segura. Descartamos la opción de coger la pista forestal que desde los Campos de Hernán Perea se dirige a Pontones y vamos campo a través por la Cañada de la Puerca. Un atajo incómodo que una media hora larga nos deja en:
otro de los rincones mágicos de este día, el nacimiento del Segura. Tras reponernos en los bancos, emprendemos el camino por la pista asfaltada que une el nacimiento con Pontones.
Son 5km de camino por asfalto, pero sin casi tráfico, flanqueado por chopos y con grandes vistas de las aldeas de Fuente Segura. En una hora nos plantamos de nuevo en el Mesón el Cortijo de Pontones. Hemos reservado en el albergue que regentan los dos hermanos del restaurante.
Situado en lo alto del pueblo, el albergue parece más bien un refugio de montaña, con una chimenea que por medio de conducciones también caldea las habitaciones. Hay cocina, lavadora, unos baños que están como nuevos, tv, etc.
Tiene dos o tres dormitorios, el nuestro tenía 4 literas, con lo que es un establecimiento ideal para grupos grandes. No está mal para doce euros cada uno.
Vistas desde las ventanas del albergue. Ya al anochecer cenamos en el Mesón El Cortijo como auténticos reyes y a la cama pronto que nos quedaban dos días más de camino.
CONTINUARÁ