TRAVESÍA MACIZO DE LIBAR. P.N. GRAZALEMA

 

 

Tipo: semicircular

Dificultad: media

Duración: 7,30 horas el primer día. 3,30 horas el segundo día

Distancia: Unos 20 kilómetros el primer día. Unos 8-10 km el segundo día

 Agua: El primer día en fuente de Cufría, tras unas tres horas de camino. Aljibe de casa del Correo (tratar agua). Pozo Barea cerca del refugio del primer día (tratar agua) El segundo día fuente de Cortés a 1,30 horas del comienzo.

RESUMEN DE LA RUTA

Tras sufrir el que seguramente ha sido el verano más caluroso de la historia, nos embarcamos a finales de septiembre en esta travesía por los rincones más interesantes del muchas veces desconocido Macizo de Libar, que vive a la sombra en cierto modo de la magnífica sierra del Pinar-Pinsapar de Grazalema.

La travesía del Macizo de Libar parte desde la Estación de Benaoján. Tras una corta pero dura subida hasta la parte alta del pueblo, nos internamos por un sendero en parte señalizado que nos conduce en constante subida bordeando las laderas orientales de la Sierra de Benaoján.

Después de cruzar los llanos del Pozuelo y el Baldío ascendemos a la parte alta de la sierra. Y lo hicimos por un espectacular camino empedrado de origen árabe que se pega a los costados calizos para ascendernos hasta el cercano puerto de Cufría. Tras cruzar una cancela y descender al Llano de Cufría, atravesamos los Llanos de Libar buscando el puerto del Correo. Descendimos hasta el refugio del Correo, desde donde enfilamos por un espectacular sendero hasta la Casa de los Pinsapos. El sendero nos hace recorrer toda la falda occidental de la Salamadre, una de las montañas más espectaculares de este Macizo, atravesando los Navazos de Libar y el Hoyo de Los Quejigos, dos parajes absolutamente espectaculares. Nuestro destino está cerca: el sendero nos posiciona justo en el borde sur de la Salamadre, donde encontramos el refugio Barea. Este sera nuestro lugar de pernocta.

Al día siguiente, tras dejar el refugio tal y como lo encontramos, cogimos un sendero muy abandonado que, tras cruzar sucesivas navas, nos posicionó en la parte sur de los Llanos de Libar. En este punto cogimos otro sendero a nuestra derecha que nos hizo ganar altura en dirección sur hasta el cortijo de Edmundo. Desde aquí subimos hasta el carril que nos llevo en unos cinco kilómetros hasta el centro de Cortes de la Frontera. Tras descender hasta la estación de la Cañada del Real Tesoro, cogimos el tren de mediodía hasta la estación de Benaoján, donde dimos por terminada esta travesía.

MAPAS

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Mapa1: Estación Benaoján-puerto de Cufría

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Mapa 2: Puerto Cufría-Refugio Barea

 

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Mapa 3: Refugio Barea-Estación Cañada del Real Tesoro

REPORTAJE FOTOGRÁFICO

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Decidimos entrarle al Macizo de Libar desde Benaoján. Para ello nos desplazamos hasta el barrio de la Estación de Benaoján, aparcando junto a las vías del tren. De este modo nos ahorraríamos al día siguiente el subir la cuesta hasta este bello pueblo serrano.

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Vistas de Benaoján. Nosotros, tras subir las empinadas cuestas del pueblo, faldeamos en subida por las laderas orientales de la Sierra de Benaoján hasta el collado que se ve en el extremo izquierdo de la foto.

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Detalle de integración urbanística con el entorno natural en esta estrecha calle del pueblo.

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La subida por las empinadas calles de Benaoján  nos hace sudar la gota gorda.

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Tomamos un respiro en la parte alta del pueblo, junto a la carretera que se dirije a la Cueva de la Pileta y Cortes de la Frontera. Este cartel indica el inicio del sendero Benaoján-Puerto de Cufría-Llanos de Libar.

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Tras un despiste inicial en los bancales del inicio del sendero (es mejor no perder altura), enlazamos con un carril que, tras dejar un casa a la izquierda nos sitúa junto al inicio del sendero propiamente dicho, al que se accede junto a la cancela que se ve al fondo, a la derecha del carril. Hay marcas de pr.

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Echamos la vista atrás: Benaoján con el piramidal Cerro Tavizna al fondo a la izquierda.

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El sendero va a media ladera en continuo ascenso. Abajo vemos el barrio de la Estación del que partimos al comienzo.

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El ascenso se suaviza cuando damos vistas al cortijo del Pozuelo, bajo la sombra del Pico Ventana, la mayor altura de la Sierra de Benaoján.

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En unos metros llegamos al llano del Pozuelo, un polje o depresión kárstica rodeado de cortados calizos. Al fondo vemos:

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El cortijo de Monte Prieto.

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Justo debajo del carril se encuentra este pozo, lleno de ranas, junto a un pilón tallado para el ganado.

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En este punto dejamos la pista y cogemos un sendero hitado a la derecha que nos introduce en continuo ascenso en uno de los tramos más espectaculares de esta travesía: la Escalereta árabe.

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Pronto ganamos vistas sobre el Hoyo del Niño Fernando. El sendero se va encajando contra la pared rocosa de la Sierra de Benaoján.

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El paso hacia la vertiente Noroeste de esta Sierra se hace por un sendero empedrado que era el paso natural desde la época árabe entre los lugareños de Benaoján y Villaluenga del Rosario.

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En algunos tramos la senda árabe ha tallado escalones para hacer más llevadera la subida.

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Vista atrás donde se ve el trazado de la Escaleruela pegado a la falda rocosa. Al fondo el llano del Pozuelo por el que ya hemos transitado.

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Haciendo zoom captamos al fondo la ciudad de Ronda entre la calima del mediodía.

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Llegamos al collado donde termina este espectacular tramo empedrado. En esta parte el sendero está un poco confuso pero siguiendo en la dirección del Puerto de Cufría hacia el Oeste pronto lo retomamos llaneando hasta la angarilla que da acceso y vistas hacia los LLanos de Cufría y el corazón del Macizo de Líbar.

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Esta es la angarilla.

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Descendemos por un sendero que nos lleva hasta la pista que transita por los LLanos de Cufría hasta los Llanos de Líbar. Ojo que hemos entrado en zona ganadera y habrá que esquivar las boñigas y los olores propios de las retintas que campan a sus anchas por los prados y senderos.

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Una vez en la pista tenemos que abrirnos paso entre las mansas reses y enfilar hacia la izquierda (Suroeste) hacia la Fuente Cufría, donde hacemos la parada del bocadillo a la sombra de unos quejigos de grosor notable.

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Fuente de Cufría. Mana un hilillo de agua que aprovecho para llenar las botellas de agua y la cantimplora. Mi hermano decidió cargar el agua en el aljibe de la Casa de los Pinsapos. Error, como más tarde descubriríamos.

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Tras el descanso, seguimos la pista durante unos 20 minutos antes de llegar a las puertas de los Llanos de Líbar. Espectacular este inmenso polje rodeado de montañas.

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Conforme paseamos por esta llanura de montaña sorprendemos a una notable bandada de buitres que remonta el vuelo.

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A la altura de la Fuente de Líbar nos escoramos a la derecha hasta dejar un muro a nuestra izquierda, no hay perdida y el marcado sendero nos introduce entre quejigos en el camino hacia el Puerto del Correo.

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Las sombras de los árboles se agradecen, vamos subiendo de forma cómoda.

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Echamos una última mirada a Los Llanos de Libar y continuamos por un sendero perfectamente marcado y señalizado (esta tramo coincide con el GR-7).

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Puerto del Correo. En 25 minutos desde los LLanos de Líbar nos plantamos en este mirador espectacular de los Llanos del Republicano, la Sierra de la Viña y, detrás, las rotundas masas calizas de la Sierra del Endrinal. El cielo por momentos se está encapotando, sabemos que la previsión era de lluvia pero a partir de las 19.00. Al final se adelantó.

 

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Tras un descenso en el que el sendero baja haciendo zetas nos plantamos en un cruce de caminos donde cogemos a la izquierda otro sendero bien marcado que nos acerca a la cercana Casa del Correo.

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Mi hermano echa un par de cubos de agua del aljibe a las pilas talladas para que las vacas puedan saciar la sed. La bomba está rota. Aquí podríamos haber recargado agua, a mi me quedaba menos de un litro y mi hermano iba casi seco, pero confiábamos en cargar en La Casa de los Pinsapos más adelante. Nefasta decisión.

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El interior del refugio está impecable. La pega es el suelo empedrado de trazado irregular. Para dormir sin clavarte los cantos se hace obligatorio tener una colchoneta inflable o una esterilla de buen grosor.

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Nosotros dejamos atrás la Casa del Correo siguiendo el sendero que nos introduce en los Navazos de Líbar, una sucesión de pequeñas llanuras con predominio de roquedo y bosquetes de encinas que recorren la vertiente norte del hombro rocoso de la Salamadre, una de las montañas más espectaculares del Macizo de Líbar.

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Hasta la Casa de los Pinsapos nos queda una media hora siguiendo una senda muy clara, traspasando una angarilla que dejamos con dificultad cerrada, ya con vistas a la rotunda masa caliza de la Salamadre.

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El bosque de encinas se abre y llegamos a la nava en la que se asienta la Casa de los Pinsapos. Un lugar que tiene un encanto especial, siempre bajo la sombra de la cercana Salamadre.

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Llegamos bastante cansados a la Casa de los Pinsapos, los kilómetros se van notando. Sabemos que la casa cuenta con un enorme aljibe en el que podremos cargar agua para la noche en el ya cercana Casa Barea. Pero nos encontramos esto:

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¡La Casa está en obras! Hay material de construcción por todos lados. El aljibe está seco y hay una piscina con una cubierta, pero el agua esta verde, verde y llena de bichos. Tenemos un problema por que a estas alturas nos queda poco más de un litro de agua para los dos. Decidimos llenar una botella de litro y medio con el agua verde y descansamos un rato disfrutando del entorno agreste de este bello rincón del Macizo de Líbar.

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Detalle del interior del aljibe con un andamio montado dentro. Son las 15.30 de la tarde y apenas hemos descansado 10 minutos cuando un trueno retumba amplificado por las montañas que nos rodean. El cielo se ha encapotado rápidamente y tiene muy mala pinta.

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Vista atrás de este lugar tan especial. Esperemos que cuando el refugio este reparado pueda ser usado por todos los senderistas, porque su posicionamiento estratégico en el corazón del Macizo de Líbar lo hace ideal para travesías de varios días por estas sierras. Me da a mi que no será así.

Las nubes están cada vez más oscuras, los truenos resuenan con bastante frecuencia y aún nos quedan varios kilómetros y hora y media de sendero bastante roto hasta la Casa Barea.

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El camino nos debe conducir a lo largo de la falda occidental de la Salamadre, pero en el único cruce de este sendero, tomamos hacia la izquierda, en vez de ir por la derecha. Craso error, ya que nos metemos en por una senda abandonada que nos mete por un terreno como este:

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Matorrales varios y encinas asentadas en un terreno roto y rocoso que se comen rápidamente el sendero. Tras unos cientos de metros, retrocedemos al cruce de nuevo y esta vez si cogemos a la derecha. En ese momento la tormenta rompe, sacamos los cubremochilas y guardo la cámara ya que la lluvia, intermitente, nos acompañará hasta casi llegar a la Casa Barea.

Por tanto, no tengo fotos de este tramo que fue uno de los mejores de la travesía. El sendero al principio está bien claro, atravesamos varios navazos entre el frondoso bosque de encinas. Pronto la senda corre paralela durante un trecho junto a un muro a nuestra izquierda. Posteriormente el sendero lo perdemos en varias ocasiones, aunque teniendo claro que debemos mantenernos junto a las laderas occidentales de la Salamadre, yendo en dirección sudoeste, no hay posibilidad de pérdida.

Tras pasar la zona de los Hoyos de los Quejigos nos situamos por fin en el collado que da vistas a la parte oriental de la Salamadre. el sendero nos conduce entre rocas, por fin, hasta la Casa Barea:

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Refugio encajado en una de las zonas más agrestes del Macizo de Líbar. Es más grande de lo que parece. Calculo que podría alojar a 8-10 personas. Por dentro:

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El suelo está bastante nivelado y es muy terroso. La chimenea, como puede verse sirve más para ahumar el refugio que para calentar. No la usamos porque por la noche apenas refrescó. De hecho estuvimos fuera todo el tiempo, hasta las 23.00 en que entramos dentro para dormir.

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El agua seguía siendo un problema. Tenemos un litro para dos personas y necesitamos 1/2 obligatoriamente para calentar los fideos con albondigas de la cena. Recuerdo al preparar la ruta que cerca de la Casa se encuentra el Pozo Barea. Así que descendemos por una senda muy rota hasta la cercana Nava de Barea y subimos una pequeña cuesta donde encontramos el Pozo de Barea cercado con alambre. ¡Salvados!. Vaciamos el agua verde de la piscina de los Pinsapos y la rellenamos con… agua marrón del pozo. Filtramos con un pañuelo el agua para depurarla un poco y quitar los bichos (después dentro de la casa hervimos el agua y la cloramos y sólo la usamos para la comida reservado el litro de agua fiable para beber). Estamos en esos menesteres cuando nos sorprende el amo de la Nava Barea:

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Un peaso toro retinto que nos dio un susto de muerte al acercarse con cara de pocos amigos a unos metros de nosotros. Visualizamos algún árbol al que encaramarnos. Pero no hizo falta. Tras saciar su curiosidad el toro se alejó buscando mejores pastos.

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El resto de la tarde la pasamos junto al refugio rodeados por los berridos de los numerosos ciervos que se desafiaban desde las estribaciones que rodean la Casa Barea. Estamos a finales de septiembre y la Berrea está en todo su apogeo. Espectacular. No los vemos pero pasamos el resto de la tarde, la noche y toda la mañana siguiente oyendo los berridos que retumban a nuestro alrededor.

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La noche pasa lentamente. Los ronquidos y los berridos apenas dejan dormir. Con las primeras luces tomamos un bocado, recogemos nuestras mochilas y dejamos el refugio tal y como lo encontramos. (Mi hermano dejó su gastada gabata de aluminio para quien le pueda ser útil).

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Descendemos de nuevo a la Nava de Barea y enfilamos hacia nuestro próximo objetivo: el borde sur de los LLanos de Líbar, donde tenemos que encontrar el camino que nos lleve a Cortes de la Frontera.

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El sendero que enfila a los Llanos de Líbar está muy perdido y acabamos enlazando las diversas navas que encontramos como buenamente podemos. Teniendo claro que debemos llevar los contrafuertes orientales de la Salamadre a la izquierda y el atorcalado Peñón de Líbar a la derecha en dirección Norte no hay  problema.

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Tras unos 45 minutos saltando piedras y muros llegamos al inicio de los Llanos de Líbar, junto al remolque que se ve en la imagen. Tenemos suerte porque encontramos a tres senderistas que vienen de Cortes de la Frontera y nos indican el camino adecuado. Justo detrás mía, según la perspectiva de la foto se intuye un sendero muy pisado que nos encamina en dirección Este.

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Vamos subiendo hacia nuestra próxima parada, el cortijo de Edmundo.

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La senda se convierte durante unos metros en camino empedrado que nos eleva hasta que, mirando atrás, damos vistas a:

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El inicio de los Llanos de Líbar, con la alargada ladera rocosa de la Salamadre al fondo.

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Cortijo de Edmundo. Bajo las sombras del espectacular Peñón de Líbar. Desde el cortijo se intuye en la ladera de enfrente el carril que viene de Cortes de la Frontera.

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Es entonces cuando veo por fin a uno de los ciervos que con sus berridos han puesto banda sonora a esta travesía.

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Descendemos a la nava de Edmundo y subimos por la otra ladera hasta auparnos al carril que nos llevara a Cortes. Vista hacia atrás.

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Mirando atrás nos despedimos de la Salamadre. El carril nos hace rodear el torcal del Peñón de Líbar hasta dar vistas a:

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La sierra de los Pinos. Podemos ver las zetas que conducen a estas montañas que también pertenecen al Macizo de Líbar.

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El carril nos cambia de vertiente y damos vistas por fin a Cortes de la Frontera en el valle del Guadiaro. Al fondo-izquierda podemos ver la masa de peridotitas de Sierra Bermeja, en el centro vemos las cumbres de Sierra Crestellina, mientras que a su derecha destaca del Hacho de Gaucín.

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Al fondo del valle damos vistas al Pilar de Cortes, donde por fin saciaremos nuestra sed.

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He puesto esta foto del Pilar de Cortes porque se la merece. El agua fresquita nos revivió después de más de dos horas de camino con la lengua reseca como una alpargata.

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Junto al pilón comemos unos frutos secos y descansamos. Pero desde el cielo nos rompen el karma seis aviones de combate norteamericanos. Tres de ellos son  V-22 Osprey (Águila Pescadora), un convertiplano con dos turbohélices basculantes y capacidad para entre 24-32 supersoldados estadounidenses. Ya los conocemos de una ruta por la Sierra del Segura.

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Volvemos al camino, atravesando el paraje de El Valle, cogiendo el sendero local que nos conduce hasta la parte alta del pueblo. Llegamos bastante cansados por el cansancio acumulado y el sueño interrumpido, así que un taxi nos desciende hasta la Cañada del Real Tesoro ahorrándonos unos kilómetros y dejándonos junto a la Estación de tren.

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Son cerca de las 12 del mediodía y optamos por un desayuno en el bar La Parra de la Cañada del Real Tesoro.

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Nos dirigimos hasta la Estación a esperar el tren de las 12.52 hasta Benaoján, donde tenemos el coche y desde donde volvemos a casa. Al fondo la sierra de Martín Gil.

Un saludo.

 

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